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Gritar a los niños daña su autoestima: Educa sin gritos

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Criar y educar es un compromiso que  asumimos cuando nos convertimos en madres y padres y que  basamos en el amor y en el bienestar de nuestras hijas e hijos. Criar y educar es una responsabilidad que, siendo muy honestos, no admite errores. Pero claro, somos seres humanos y los errores y equivocaciones son parte natural de nuestra vida y tal vez cometamos más de los que quisiéramos admitir. Criar no es fácil, pero siempre que se haga con amor y sentido común, deberíamos poder hacerlo bien.

Muchas veces me escucho a mi misma diciendo a mis hijas que usen sus palabras y no sus manos. Algunas veces les digo que cuenten hasta 10 antes de decirle a su hermana algo hiriente (cosas como tienes cara de moco, tus dibujos no se parecen nada a la realidad o que feo es tu pelo) y en algunas ocasiones (la verdad muchas)  les pido que no griten y yo lo hago gritando, pues es un tormento para mis oídos y todo mi ser. Y es este punto el que me lleva a reflexionar sobre el tipo de comunicación que tenemos los padres con los hijos. Cada vez que  subo la voz, ellas disminuyen en tamaño.

Cada familia, al igual que cada niña o niño, es un universo único e irrepetible, por lo que la forma de relacionarnos con ellos,  también lo será. Por lo tanto no existen fórmulas matemáticas que aseguren una relación exitosa y una crianza perfecta, pero es cierto que existen criterios que podemos aplicar para una mejor, más respetuosa y más amable educación y crianza.

Uno de estos criterios, es  criar sin violencia. Pero la violencia tiene muchas formas y no sólo responde a una acción física, a veces la violencia se esconde en gestos, palabras o incluso en un grito.

Cuando los gritos son parte de la dinámica familiar, las huellas quedan en el corazón, la mente  y autoestima de nuestros pequeños.

Vamos destruyendo su confianza y su seguridad, hasta llevarlos al punto de creer que es esa la única forma de comunicarnos con quienes amamos y ese comportamiento se repetirá a lo largo de su vida de adultos.

He escuchado y leído sobre formas de crianza basadas en el respeto, la tolerancia y la paciencia y es, tal vez, la mejor forma de criar y en probablemente la única forma de hacerlo, por lo que trato de aplicarlo en mi familia, aunque muy a mi pesar, no siempre lo logro. Y por más que me disculpo de corazón con mis niñas, el daño ya está hecho y no hay vuelta atrás. 

Gritar a los niños no ofrece ningún beneficio para ellos y finalmente tampoco para nosotros. Los gritos son una forma de violencia y los niños que crecen rodeados de violencia, crecen rotos.

Y la verdad es que todo lo que pasa en la vida diaria, las preocupaciones, las cuentas, los pagos, la velocidad, las buenas intenciones mal ejecutadas etc, etc, a veces nos superan y nos llevan al límite, desquitando toda nuestra rabia en esos seres pequeñitos y frágiles que nos miran con ojitos de peluchito amoroso. 

Es en estos  momentos en los que nos sentimos desbordados, cuando estamos a punto de perder el control y la ira se apodera de nosotros, cuando debemos detenernos y evitar esa situación que no podremos borrar del corazón de nuestros hijos.

Somos adultos y es nuestra responsabilidad darle nombre a lo que sentimos, respirar profundo para no meter la pata, contar hasta 10 antes de emitir algún sonido y encontrar la serenidad en nuestro interior para transmitir un aprendizaje, en vez de dejar una cicatriz en el universo emocional de nuestros pequeños.

La frustración es una emoción por la que pasamos niños y adultos, pero nosotros tenemos el deber de manejarla y no descargarla mediante gritos y gestos violentos.

Debemos poner en práctica cada herramienta disponible para lograr el diálogo productivo que mantenga intacta la autoestima de nuestras hijas e hijos, pues la vida es bastante dura de por sí y seguro pondrá más de una prueba en su camino, por lo que nosotros debemos ser un lugar seguro siempre.

Pero cometer errores es algo que seguro va a pasar. Nos vamos a equivocar criando más de lo queremos  y es por eso que es tan importante rescatar un aprendizaje cada vez que nos suceda, pues de esta manera lograremos no repetirlo. Debemos aprender también a perdonarnos y ser gentiles con nosotros mismos, mientras encontramos mejores maneras de guiar a nuestros pequeños por la vida. 

Lo importante es tener muy presente que se puede educar a los hijos de forma amorosa y a un volumen suave, porque gritar a los niños daña su ser, dejando una huella imborrable en una etapa de la vida en la que están construyendo su personalidad y están descubriendo quienes serán cuando les toque acompañar a su propios hijos.

Eduquemos con amor, eduquemos sin violencia, eduquemos, sin gritos. Eduquemos con el ejemplo.

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