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La importancia de educar a nuestros hijos e hijas con el ejemplo 

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Cuando hablamos de crianza, hablamos de amor, paciencia, perseverancia. Hablamos de comunicación, hablamos de juego, de sorpresa, de mundos mágicos, de personajes fantásticos, de sacrificios y de constancia. Pero si hay algo  de lo que siempre debemos hablar si se trata de crianza, es del ejemplo.

Se dice que educar con el ejemplo no es una manera de hacerlo, si no la única manera, y es que los niños aprenden de lo que ven y no solo de lo que que les decimos que deben o no, hacer. Por lo tanto nosotros, sus padres, debemos ser consecuentes con lo que predicamos. Es decir, no podemos pedir a nuestras niñas y niños serenidad, paciencia, manejo de sus emociones, ser amables, educados, solidarios o sinceros, si es que sus adultos más cercanos  no demostramos lo mismo cada día en todo momento.

A partir del ejemplo que ofrecemos a nuestros niños, ellos logran organizar su percepción de la realidad y crear vínculos y relaciones saludables con otras personas. Es por esto que no basta cansarlos con un discurso cargado de valores y enseñanzas si nuestras acciones se alejan de eso que repetimos hasta el cansancio. 

Si nuestras niñas y niños nos pillan mintiendo constantemente, siendo poco solidarios o perdiendo la calma cada vez que brillan las estrellas o cantan los pajaritos, pues sin duda asumirán estos comportamientos como aceptables, normales y hasta correctos.   

Si nuestro compromiso es educar a nuestros niños en libertad, con responsabilidad, deseando su autonomía y su independencia, la honestidad y sinceridad son piezas clave en este proceso, pero no la suya, si no la nuestra.

Con frecuencia somos muy cuidadosos con las palabras que usamos con nuestros hijos, pero no siempre somos conscientes de lo que hacemos delante de ellos, como cuando un auto nos adelanta y respondemos con violencia, o no estamos de acuerdo con alguien por su opinión política o religiosa. Y claro, siempre nos vamos a encontrar con personas que no compartan nuestras ideas, pero si pedimos a los niños que se respeten mutuamente y sean tolerantes entre sí, pues tenemos la obligación de demostrar exactamente lo mismo entre adultos. Y aunque después de haber tenido algún desacuerdo acalorado frente a nuestros niños, nos tomamos el tiempo de explicarles amorosamente lo sucedido, esas situaciones suelen quedar en ellos por largo tiempo.

Pero qué difícil es comportarnos, medirnos y manejarnos, mientras sorteamos los obstáculos que como adultos la vida nos presenta a diario.Esos que van de la mano de las responsabilidades de cualquiera de nosotros, cuando  nos volvemos grandes.

No es sencillo cambiar los hábitos o costumbre que no sabíamos que podían ir en contra de lo que tratamos de enseñar a nuestras hijas e hijos, así que aquí dejamos unas ideas sobre lo que debemos tener siempre presente para lograr un cambio provechoso que refuerce esa educación potente y positiva que queremos para nuestros niños:

1. Si notas que estás haciendo algo que no da un buen ejemplo, escríbelo en una libreta. Así será más fácil identificarlo si vuelve a surgir.

2. Si tenemos una relación respetuosa y un trato amable con nuestra familia y entorno más cercano,  los niños lo replicarán entre sus amigos y en un futuro en su vida de adultos.

3. Seamos amables y cuidadosos con los adultos mayores, los nuestros y los ajenos. Así cuando sea su turno de cuidar de otros, recordarán lo que vieron en nosotros.

4. Ser solidarios es un aprendizaje que sin duda parte de nuestro ejemplo y si nos ven ayudando a quienes conocemos y a los a quienes no, ellos serán solidarios también.

5. Demostremos que podemos ser ordenados y será una práctica que quede en sus vidas por siempre. 

6. Podemos lograr que nuestras niñas y niños adopten una buena higiene personal como un hábito saludable, si es que nosotros lo practicamos en casa con constancia y dedicación.  

7. Nuestra forma de hablar, será la suya.

8. Si nuestra postura y el cuidado de nuestro cuerpo es importante para nosotros, seguro también lo será para ellos.

9. No digamos groserías o usemos un lenguaje soez. 

10. Seamos disciplinados, sinceros y generosos.

11. Tratemos con respeto a quienes queremos, siempre. Tengamos en cuenta los sentimientos de quienes forman parte de nuestras vidas y seamos empáticos con todos aquellos con quienes nos cruzamos en este camino lleno de sorpresas.

Estas recomendaciones son simples y seguro que todos sabemos que son importantes, pero a veces las perdemos de vista. Por eso hoy es momento de tomar consciencia sobre el ejemplo que damos a nuestros pequeños y pequeñas y hacer un esfuerzo extra para estar seguros de que lo que queremos darles, sea lo que reciban verdaderamente.

Las acciones de nuestros hijos e hijas serán un reflejo de nosotros mismos y si nuestra meta es criar personas sólidas, emocionalmente saludables, sinceras, tolerantes, fuertes y sobre todo felices, tenemos que serlo nosotros, también.

 

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