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Qué hacer cuando tus hijos no dejan de pelear

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Es sábado y es el día para desactivar el despertador y tratar de dormir hasta que tu cuerpo decida reiniciarse por sí solo. De pronto, entre sueños, escuchas a tus niños ya despiertos y en su cuartito, empezando el día con un juego amable y amistoso. Pero espera, cerraste los ojos un segundo (según tú) y súbitamente como en una peli de terror clase C, pero efectivo, alguien te mira fijamente y de muy cerquita. Y tan pronto ve que te mueves y constata que no estás muerta, suelta su primer discurso sobre lo injusto que es tener que compartir los juguetes con su hermanita, mientras que tú no entiendes nada y tratas de incorporarte sin dar una alarido de terror al mismo tiempo que intentas enfocar para reconocer ese bulto enano que viene detrás del primero moviéndose y vociferando que ella no hizo nada (por si acaso). Y ya, te quedó clarísimo: es una nueva pelea.

Si claro, ¡es una etapa! Una  que seguro ha de pasar cuando tengan 35 años y vivan en sus propias casas lejos de ti, pero que de hecho revivirás (y podrás manejar con otras licencias) con tus nietos.... si te los dan, por supuesto. 

¿Qué hacer mientras esperas que pasen unos 30 años hasta conseguir esa supuesta calma que el futuro te promete coquetamente?. ¿Cómo lograr sortear las múltiples peleas, gritos y luchas de tipo cachascán sin perder la razón en el camino?. ¿Cómo hacer para no encerrarte en el baño a llorar después de haberte convertido (una vez más) en Hulk?

A ver, de hecho tienes un plan para educar a tus hijos, uno en el que eres una persona amable, cariñosa, ecuánime, serena, justa y siempre con la palabra precisa para aplacar la furia solapada de las aguas profundas. Tienes un plan en el que no es necesario pedir el VAR para saber quién empezó a jalarle los pelos a quién, pues tu ojo sereno y omnipresente lo vé todo mientras sientes que resuelves todos los problemas de la  vida entre el trino de los pajaritos y algunas flores que caen mágicamente y sin ninguna explicación ni lógica, del techo sin pintar de tu casa. ¡Qué linda tu idea y qué bella imagen! pero déjala ir, porque sólo te hará sentir peor por no poder hacerla realidad. 

Las peleas en los niños pequeños son algo normal (aunque quieras morir cada vez que escuchas que empiezan una nueva). Es la forma en la que afianzan su personalidad y aprenden de los límites que existen entre las personas, sobre todo con sus pares, pues el adulto suele tener una relación distinta con los niños, mientras que entre iguales la cosa se puede poner bestia y terminar en una masacre cada una de las veces.  Tienes que estar preparada para aceptar que vas a perder el control de la situación más de lo que te gustaría y es normal, es común, a todos los padres les sucede, no es lo mejor, pero es lo que es y así es. TUS expectativas sobre la forma en la que quieres criar a tus hijos no deben sobrepasar la realidad o tu vivirás una vida de frustración que te hará pensar y sentir que eres una mala madre, cuando NO lo eres. Sólo eres una mamá amorosa tratando de hacer las cosas bien en una lucha feroz con tus maravillosos hijos,  al mejor estilo de furia de titanes.

Así que tal vez ésto te sirva

1. Cuando estés a punto de perderte en un negro túnel de furia, debes contar hasta 10 y respirar profundamente para ver las cosas en su color real y no teñidas de rojo sangre.

2. Pelear es parte de la vida. Piensa que tus niños tienen derecho a tener una opinión y a no estar de acuerdo con la de otros. Piensa , también, que es un ejercicio y están poniendo en práctica su capacidad para argumentar e intercambiar ideas (la verdad ,es mejor que querer reducirlos y enmarrocarlos al mejor estilo de tombo gringo).

3. Déjalos resolver, pues no siempre tienes que terminar las peleas tú. Es saludable que ellos puedan llegar al final de un desacuerdo usando sus propias herramientas para salir de una situación de conflicto.  No dejes de estar pendiente, pero no intervengas a menos que sea necesario.

4. Cuando no puedas morderte la lengua ni mantenerte al margen, invítalos a reflexionar sobre lo que han hecho o dicho y guíalos para que ellos mismos reconozcan lo bueno y lo malo y asuman las consecuencias de lo que ha sucedido.

Y si después de poner en práctica todas las opciones zen de la vida con tus hijos y sus interminables peleas diarias, que parecen existir solo para atormentarte y restarte minutos de vida, un par de ajos y cebollas también dan resultado y, la verdad, no te convierten en una mala madre. Así que tranqui, tienes derecho a volverte loca de vez en cuando.

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