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¡Calma! ¿Cómo reaccionar si otros adultos reprenden a tus hijos?

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Criar a nuestros hijos es una tarea llena de matices. Uno ajusta y suelta algunas veces, hacemos miles de preguntas, nos cuestionamos todo a cada momento y estamos seguros que metemos la pata a menudo, pero también tenemos la certeza de que brindamos la cantidad necesaria de amor y cariño.

Mamá y papá cuidamos de los niños a lo largo de su crecimiento, pasamos por todas sus etapas y lo más importante es que sobrevivimos a ellas. Los celebramos cuando logran vencer los obstáculos propios de la vida de un niño o un adolescente. Los abrazamos cuando se les rompe el corazón, los contenemos cuando el miedo los sobrepasa y los corregimos cuando van más allá de los límites, pues así como se nos hincha el pecho de orgullo cuando lo vemos triunfar, también debemos ser los primeros en reconocer sus faltas y ayudarlos a reconocer sus errores para  que logren aprender de ellos. Y esta, claro está, es una función de la que los padres  (y solo los padres) somos responsables.

¿Pero qué sucede cuando otros adultos (muchas veces desconocidos) se toman la libertad de aleccionar a nuestros niños?.

 Imaginemos una de esas veces en las que estando en el supermercado algún desafortunado ser se toma el atrevimiento de  decirle a nuestros hijos que no griten, mientras ellos juegan entre los choclos, las papas, las cebollas y se asegura de ser escuchado gritádoles de vuelta. 

En ese momento tenemos dos opciones: volvernos locos y romperlo todo (junto a la persona que osó corregir a un niño que no es suyo, mientras le hacemos una peluca de la  panca de los choclitos) o responder con calma y manejar la situación de manera “inteligente”. 

Ciertamente  todos nos sentimos iracundos cuando la integridad, la privacidad y el espacio personal de nuestros niños se ve vulnerado y es la sensación que sin duda vamos a tener si algún adulto corrige o pretende aleccionar a nuestros pequeños sin haber obtenido nuestro consentimiento primero, pero responder como la bestia más salvaje, finalmente puede hacerle más daño a nuestros pequeños y terminar en lo que solo podría ser el capítulo más violento de una serie policial de Netflix. 

Tal vez la mejor manera de resolver las cosas sea preguntarle a nuestros hijos lo que sucedió (en presencia de quien los haya hecho sentir contrariados) y  explicarles que a veces los adultos se equivocan, pueden haber tenido un mal día y no reaccionar como se espera de una persona mayor, además de reforzar el hecho de que siempre deben venir a nosotros ante cualquier situación incómoda o de peligro. 

Luego debemos volcar nuestra atención al adulto y recordarle que al no ser un niño, tiene la obligación de aportar de manera positiva en cualquier situación que involucre a un pequeño (propio o ajeno) y mantener la calma para poder “educar” de ser necesario, pero sobre todo de pedir el permiso de los adultos responsables de los niños para intervenir con afán constructivo.  De esta manera nuestros niños aprenderán a no perder los papeles, a no reaccionar con violencia, a usar sus palabras y responder con lógica y serenidad. Estaremos dando el mejor ejemplo posible y nos habremos ganado una estrella dorada en la frente por ello.

Por supuesto, una vez que hayamos resuelto esto (y sin que nuestras hijas e hijos nos escuchen), podemos recordarle amable y discretamente al desubicad@ que si vuelve a tomarse libertades que no le corresponden, recibirá toda nuestra ira contenida en una patada voladora al mejor estilo de Ryu en  Street Fighter.  Así que pensándolo bien y con mucha calma, podemos decir que lo mejor es que no corrijas a los hijos que no son tuyos. ¡Hadouken!.

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