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De Má a mamá: ¿Puede decir gracias, por favor? Gracias

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"¿Decimos por favor y gracias?" es algo que repito sin parar cada vez que mis hijas reciben un regalo o alguien de su entorno les dice algo amoroso; o cuando tienen un gesto  sospechosamente amable la una con la otra. Cuando mamama y papapa les mandan  esas  galletitas que tenían guardadas para ellas desde antes de la cuarentena o cuando se pelean por entregarme la bolsa reusable para ir a hacer unas compras a la tienda y soy yo quien debe decir esas palabras poderosas y llenas de magia, las que en mi casa,  son formas de comunicación obligatorias y no negociables.

Ser agradecido es algo que me he propuesto inculcar a mis hijas. Y aunque decir gracias o pedir por favor no asegure “la felicidad”, al menos es un ejercicio que las vuelve conscientes de su situación en el universo, lo que creo es una forma real de entender que ser agradecido, más que un deber o una muestra de buena educación, es una necesidad.

“No me gustan los frijoles”, grita una mientras la otra llora porque le tocó cebollita china en el arroz chaufa y le saca hasta el último hilito de queso al pan porque hoy “el queso es wákala, mamá”, y  yo me aprieto los cachetes al mismo tiempo que me jalo los pelos y me debato entre “morir o matar”. Pero luego de aplicar el consejo que yo doy a mis hijas y ahora ellas me dan a mi (“Mejor cuenta hasta 10 mami para que te calmes”) intento hacerlas entender con el corazón, lo suertudas que son al tener comida en su plato cada día, sean nutritivas menestras, arroz o un rico locro que rechazarán cada vez. 

“Hay muchos niños en el mundo que tienen hambre”, les digo, “que se sentirían felices de comer lo que ustedes comen”, les digo. Y es que tienen la gran suerte de haber nacido en una casa en la que aunque no sobra, felizmente tampoco falta.

Pero además de agradecer al universo por una cama suave y limpia, calentita en invierno y fresca en verano, además de  agua en los caños para beber y para estar limpias, de un techo sobre sus cabecitas que les de sombra en verano y evite la garúa helada de las madrugadas de invierno, además de ropa cubriendo sus cuerpos y zapatitos coloridos y pezuñentos en sus pies, el universo nos regala maravillas por las que agradecer a cada momento, las  que deseo con todas mis fuerzas, aprendan a ver, reconocer y sobre todo a disfrutar, y van más o menos así:

Bañarse en el mar y sentir  como queda la sal en su cuerpo cuando se seca,  ver una puesta de sol, caminar por entre los cerros, ver cómo alumbra la luz de la luna llena, ver pasar a los gallinazos por el cielo gris de Lima y sentir el mismo terror/emoción cada una de las veces. Escuchar un huaylas y sentir su piel poniéndose de gallina aunque no tengan idea de por qué. Ver en la sonrisa de papá todo ese amor infinito que se quedará guardado en los ojos de sus niñitas, aún cuando él ya no esté. Bailar todos juntos en la sala de la casa escuchando Mc Hammer  a todo volumen un lunes por la tarde, sólo porque sí. Saber que son parte de una familia. Ir a comprar pan calentito y comerte varios en el camino de regreso  a casa. Correr por la calle sin mascarilla o  poder correr por la calle aunque sea usando una. Cuidarnos juntos.

Que les digan que las aman, que las abracen, que las hagan reír, que las regresen a la realidad cada vez que sea necesario. Poder escuchar  música con los huesos, con el pelo, con la piel. La suerte infinita de tener un cuerpo sano,  piernas que las lleven a donde quieran ir  y el cerebro fuertemente conectado al corazón y la suerte de no haber sufrido un dolor tan grande que las deje sin sentir que vivir es bueno.

Últimamente siento que me he quejado más de lo que he agradecido y he peleado mucho  con todos sin ganar nada  y aunque me queda más que claro que no es el camino a la felicidad, no siempre logro  evitarlo. Pero lo cierto es que hay mucho por lo que estar agradecidos, empezando por ser quienes somos, y en el caso de  mis niñas, hay mucho que agradecer, pues son salvajemente maravillosas. 

Verle el lado amable a la vida no siempre será fácil (al menos no lo es para mi), pero estoy determinada a intenter que para ellas sea  algo natural  y puedan terminar cada día de sus vidas con la sensación de haber cumplido con ellas mismas, de haber sido justas, amables, feroces, temerarias, agradecidas, pero sobre todo felices.

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